DESPRECIADOS POR HUERFANOS.
Quiero enviarles esta historia porque me parece
interesante.
La
historia aunque encierra la vida de cinco personajes dos de ellos sobresalen
por la época vivida. Sucede que cuatro de estos personajes son hermanos y el
otro es su papá.
Los
conocí por ahí en mis andares laborando como maestra rural; les diré sus
nombres: el papá Abelardo, la joven Azucena, el hermano mayor Benito, Pedro el
otro hermano y Ernesto el más pequeño.
Según me
contaron los habitantes del lugar; la vida de estas personas es un tanto triste
porque se enmarca entre la desdicha de haber quedado huérfanos desde su muy
corta infancia y no solamente carecieron de su madre quien pasó a mejor vida,
sino también hasta del aprecio de las maestras que en aquellos años atendían la
escuela; quienes desafortunadamente los discriminaban por la condición en la
que vivían.
Muy
pequeños los cuatro hermanos quedaron bajo el cuidado de su padre, después de
la muerte de su madre, el papá hacía lo que podía por atenderlos según me
platican, pues siendo campesino como todas las personas de la comunidad su
principal ocupación era irse al monte a recolectar la lechuguilla para luego
tallarla para extraer el ixtle y con la venta del mismo procurarle alimento a
sus cuatro hijos.
La falta
de la madre que atendiera a estos cuatro huérfanos propició que anduvieran
descuidados en su persona pues particularmente el más pequeño generalmente
andaba muy sucio de su cuerpo y de su ropa; lo cual ocasionaba el rechazo de
las personas que aunque se compadecían de ellos era solamente de palabra pues
no los apoyaban de ninguna otra manera.
Cuando
Don Abelardo salía al campo por las mañanas a recolectar la lechuguilla, ponía
el jarro de frijoles en la lumbre y dejaba a Pedro y a Ernesto que eran los más
pequeños a que cuidaran su cocimiento pues sería prácticamente el único
alimento que podía darles. Quedar al cuidado de que los frijoles tuvieran buen
cocimiento era pretexto para que Pedro y Ernesto no fueran a la escuela, además
de que sentían el rechazo, los desaires y la falta de atención de las maestras
y eso les hacía menos atractivo el estudio.
Los años
fueron pasando y estos niños no lograban pasar de primer grado pues no sabían
leer ni escribir y se veían demasiado desmotivados para ir a la escuela de tal
suerte que ya contando con 9 y 10 años aproximadamente; seguían inscritos en la
escuela pero sin aprender y sí notándose en ellos particularmente en Pedro que
era el más grande de los dos, una inquietud por no adaptarse con sus
compañeritos pues él ya se sentía y era más grande que el resto y aunque no
aprendía en la escuela sí se le notaba inteligencia y creatividad en algunas
cosas.
El
tiempo fue pasando y entre faltar un día a clases y otro también; sucedió que
cierta ocasión llegó un nuevo maestro a la escuela; los habitantes del ejido me
platican que ellos y los propios niños notaron la atención que ahora recibían,
que era muy diferente, pues el maestro empezó a hacer algunas campañas en la
escuela y la comunidad pero particularmente mostraba aprecio por todos los
niños sin discriminación incluyendo en su afecto a Pedro y a Ernesto.
Dicen
algunas personas que el maestro viendo que estos niños eran demasiado pobres
los dotó de material escolar pero sobre todo de afecto, que era lo que más
necesitaban y empezó a atenderlos con dedicación y respeto. Todo esto le ganó
al maestro el cariño de los niños pues ahora atendidos con mayor
responsabilidad empezaban a mejorar en sus estudios aunque con atraso pero iban
aprendiendo.
Con la
llegada del maestro la vida de Pedro y Ernesto cambió, ahora sentían el afecto
de alguien que sin conocerlos les brindaba atención y cariño y aunque Pedro era
muy inquieto siempre respetó y obedeció a su maestro.
Durante
el tiempo que el maestro trabajó en esta comunidad Pedro y Ernesto fueron bien
atendidos, apreciados y valorados y pudieron aprender un poco más, pero el
maestro, como sucede con muchos de nosotros fue cambiado a otra escuela y se
sintió su partida pues se había ganado el aprecio de todas las personas
principalmente de los niños y en particular de Pedro y Ernesto.
Ahora
Pedro y Ernesto son adultos, ya cuentan con su propia familia y se siguen
escuchando comentarios que ambos hacen en relación al maestro que supo darles
afecto y según me cuentan por cuestiones del destino un día el maestro visitó
el rancho y se encontró con Pedro quien siendo un joven sincero le dijo:
“Maestro si no hubiera sido por usted nosotros no hubiéramos aprendido a leer y
escribir”.
Atentamente.
María.