Soy Mariana, soy enfermera y ahora ya una Mujer adulta me arriesgo a
platicar algo que nadie sabe, porque siento vergüenza por platicar algo que no
puedo comprobar pero que sí es cierto.
Cómo empezar a contar, a
veces es difícil, porque recordar momentos agradables o no, cuesta, y duele.
En ocasiones cuando pensamos,
reflexionamos o simplemente recordamos algo de lo que hemos vivido; pareciera
que somos los únicos a quienes nos pasan cosas, sin embargo, compartir,
platicar algunas cosas de nuestra vida personal o familiar nos dan la
oportunidad de comparar nuestras historias con otras y encontrar parecidos y saber que no estamos
solos en nuestros pensamientos o alegrías.
Algunas personas prefieren
guardar lo que les pasa porque piensan que van a ser criticadas o que se burlarán
de ellas y hasta de que se les considere
de mentirosas. Los que tenemos experiencias parecidas vemos fortalecidos y con
la posibilidad de superar esas experiencias y animarnos a platicarlas a quien tenga
el interés y el tiempo para oírnos.
Los momentos que más se repiten
que vienen a mi mente son las de cuando era niña; las que pienso que no son muy
comunes principalmente lo que me ha pasado a mí porque nunca he sabido
explicármelas; menos cuando han tenido parecido con otras experiencias de mi
vida adulta.
Quien lea esto, por primera
vez se enterará que:
Allá como cuando tenía once
años empecé a tener encuentros con Jesús, -si no es que antes y no me di cuenta-
de lo que pienso no estar equivocada y es que con frecuencia tenía la fortuna
de encontrarme con señales de que Él me llamaba a caminar a su lado; pero hasta
ahora me da vergüenza contarlo porque pueden parecer mentiras o imaginaciones,
pero yo sé que a otras personas les habrá pasado lo mismo e igual que a mí,
ahora que escribo esto me gana la emoción y mis ojos se llenan de lágrimas cuando
me acuerdo.
Una vez, iba para la escuela
primaria, estaba como en quinto o sexto grado, no sé qué iba pensando, pero
cargaba mi morral lleno de cuadernos gustosa por lo que iba a aprender esa
mañana; iba sola caminando por la calle 5 de Mayo, a lo mejor llevaba mi cabeza
algo agachada, no buscaba nada que estuviera tirado, ni me cuidaba de trompezar
aunque por aquellos años la calle no contaba con el pavimento que ahora tiene.
Quiero platicar que hay cosas
que tengo muy presentes y esa ocasión precisamente caminando frente a las casas
donde vivían las familias de Don Cuco Rodríguez y de Don Pedro Rodríguez;
q.e.p.d. ambos (coincidencias) me sorprendí cómo pude ver algo que apenas
sobresalía entre las piedras y el polvo de la calle; era una cosa llena de
tierra, lo que de pronto no sabía qué cosa era; lo agarré en mi mano y con más
curiosidad que interés traté de limpiarlo, pero la tierra estaba muy pegada y
preferí guardarla en la bolsa de mi suéter y seguir mi camino a la escuela.
Al salir de la escuela, cuando
llegué a mi casa le comenté a mi mamá lo que había encontrado y ya ahí, limpié
aquel objeto, era una especie de medalla como de lámina la que estaba algo
oxidada no tenía restos de haber estado pintada, pero era la imagen de alguna
virgen que no recuerdo precisamente quien era, pero según me acuerdo pudiera
haber sido: la Virgen del Perpetuo Socorro, la Virgen del Sagrado Corazón o la
Virgen del Refugio; porque tenía un niño en brazos. No me recuerdo más, a lo
mejor por mi poco interés en ese hallazgo provocó que lo perdiera y jamás me di
cuenta dónde quedó, y ahora que soy un poco más consciente de las cosas
quisiera tenerla para verla detenidamente y saber realmente de qué imagen se
trataba pero eso será imposible.
Algo parecido.
Poco tiempo después, no sé
cuánto, y nuevamente camino a la escuela un día por la tarde, por la misma
calle 5 de Mayo y casi en el mismo punto pero unos metros más al poniente;
frente a la casa de Don Lupe Rodríguez (coincidencia?) igualmente, casi tapado
por la tierra y las piedras de la calle descubrí un pedacito de metal; con
algún objeto, a lo mejor con una piedra, empecé a descubrirlo y ¡oh, sorpresa!
era un crucifijo de fierro formado por dos barritas redondas color blanco que
sostenían fuertemente la figura de JESÚS. Con emoción lo guardé en mi morral y
nuevamente a la salida de la escuela y llegando a casa le platiqué a mi mamá lo
ocurrido, no recuerdo qué me comentó, pero lo que sí recuerdo es que busqué un
cordón de aquél que se fabricaba en la fábrica y que creo ya no se elabora; me
hice un collar y durante mucho tiempo traje el crucifijo en mi cuello a la
mejor más por el gusto de haberlo encontrado que por lo que realmente
representaba; aunque ya en la secundaria lo cargaba con fe y esperando me
ayudara y nos ayudara que todo siguiera bien en la familia y en la escuela; quiero
platicar que aquel crucifijo estaba de regular tamaño, no era un crucifijo
pequeño.
Después de algunos años no
supe el destino de mi encuentro con Jesús Crucificado, no supe dónde quedó mi
crucifijo, aunque recuerdo que por algún tiempo estuvo en el altar que mi madre
siempre tenía instalado.
Muchos años después, ya de
edad adulta, y quizá por el recuerdo de aquel mi crucifijo de fierro, me colgué
en el cuello un crucifijo grande de madera, más grande que el que me había
encontrado porque quizá tenía entre 10 y 15 cm. de alto, si no es que más, pero
mi necesidad de contar con la protección de Dios era mucho mayor, pues por
necesidades familiares ya andaba lejos de mi casa me preocupaba demasiado que
siempre estuviera todo bien, eso me dio mucha seguridad y tranquilidad de tal manera
que andando tan lejos y viviendo experiencias que me inquietaban; un día dejé
todos mis planes en manos de Dios pidiéndole que Él hiciera lo que era mejor
para todos y así encontré mayor paz y tranquilidad en mi vida
Otra experiencia con Jesús.
Parece mentira, las cosas que
me pasaron son tan ciertas como que ahora las estoy platicando.
Cierta tarde de no sé qué
día, mes o año; era yo una adolescente, me encontraba junto a la ventana de una
de las habitaciones de la casa de mis papás, por la calle, y platicaba con una
de mis hermanas. Eran como las tres o cuatro de la tarde, la plática era
interesante, y además con una de mis hermanas. El sol me pegaba de lleno en la
espalda y de vez en cuando me movía para evitar un poco sus rayos tan fuertes,
tanto como mi resistencia a continuar ahí soportando la intensidad del sol,
pero el tema era algo que no me podía perder y aunque el cielo estaba
completamente desnublado, pues ni la más leve nube formada por un hilillo se
cruzaba en el cielo que formaba una manta celeste extraordinaria, con un azul
que quizá por la energía solar o sus quemantes rayos que en esos momentos se
sentían, hacía que el azul del cielo fuera más fuerte
Sólo Dios sabe el motivo de
nuestras experiencias, pero en cierto momento de la conversación, giré mi
cuerpo hacia el lado contrario y me sorprendí al encontrarme en lo alto del
cielo, con una imagen que todavía permanece en mi mente, pues a lo lejos y
enmarcado por ese maravilloso azul estaba un hermoso corazón y en la parte superior
de él una cruz; todo formado por una nube que yo no sé de dónde apareció puesto
que nada señalaba que el cielo contara con la presencia de humedad y la
formación de nubes era imposible.
Sin embargo ahí estaba la
imagen: clara, perfecta: el corazón y una cruz formados por una nube salida de
no sé de dónde pero que nomás Dios podía crear en esos momentos y en las
condiciones en las que se encontraba el cielo.
Hasta ahora estos tres
“encuentros” no he sabido descifrarlos quizá en su momento no puse atención o
mi pequeñez no me ayudó a entender el mensaje que encierran.
Finalmente quiero decir que
son tan ciertos como que Jesús está vivo y que Dios existe.
Otro día les platico otras
cosas que me han pasado pero que hasta yo que las he pasado me parece que son
mentiras pero un día se las platicaré.
Dispensen por lo que escribo
pero si es cierto.
Muchas gracias soy Mariana