PROPÓSITO DE NUESTRO PROGRAMA

GENERAR UN ESPACIO DE AUTOANÁLISIS, REFELXIÓN, TERAPIA Y CATARSIS A QUIENES ARAVIESAN POR SITUACIONES PROBLEMÁTICAS MUY PARTICULARES Y PRESENTAN DIFICULTAD PARA CONFIAR EN ALGUIEN SUS NECESIDADES PARA ENCONTRAR UNA SOLUCIÓN A LO QUE LE SUCEDE.

miércoles, 11 de abril de 2012

DIOS TOCA A TU PUERTA


DIOS TOCA A TU PUERTA

     Hay ocasiones y muy frecuentes, que nos molesta que alguien llame a la puerta de nuestra casa. Nos molesta porque para nosotros es un momento inapropiado, tenemos algo más importante que hacer y preferimos decir que no estamos, no salimos a percatarnos de quién llamaba y para qué o simplemente no salimos hasta que quien llamaba se retira desconsolado por la desatención vivida.

     Pero bueno, unos van y otros vienen, algunas veces la puerta se abre pero otras ocasiones permanece cerrada.

     Posiblemente pocas veces nos detenemos a pensar quién llamaba y cuál era el motivo para hacerlo.

     No actuamos por el sentido común y pensamos que son llamadas sin importancia. Quien llama a nuestra puerta es alguien que por alguna razón, por alguna necesidad nos llamaba buscando ayuda, tal vez era alguien que nos traía una buena noticia, pero que desafortunadamente no quisimos escuchar aunque al conocer la realidad podamos sentir algún arrepentimiento o quizá a pesar de todo seamos indiferentes.

     La presencia de aquella persona: niño, joven o anciano, hombre o mujer no es propiamente circunstancial como muchas veces creemos, no, su presencia se debe a que Alguien lo ha enviado, pues todos somos conducidos en nuestros pasos durante nuestras actividades diarias hacia el cumplimiento de una misión.

     Desempeñar o no alguna actividad no es porque se quiera, es por la voluntad de Alguien que guía nuestros pasos y conduce nuestras vidas, y ese Alguien ha tocado a nuestras puertas en innumerables ocasiones, con una gran diversidad de apariencias y por infinidad de motivos. Simplemente por querer saludarnos y desear que estemos bien; pero en nuestro egoísmo e indiferencia no valoramos la intención. El llamado pudo ser de alguna persona tan cercana que después de mucho tiempo viene con una gran alegría a visitarnos, a compartirnos su felicidad; pero la rechazamos, es preferible seguir como estamos que atenderla.

     Tal vez en cierta ocasión la presencia de una persona con aspecto de pordiosero llegó a nuestra puerta para solicitar algo que mitigara su hambre; pero cuántas veces preferimos decirle que no tenemos, esperando que se vaya rápido porque su presencia no es grata, y sin pensarlo, tiramos a la basura lo que había quedado en las viandas después de satisfacer nuestra necesidad de alimentarnos; pero en nuestra inconsciencia preferimos tirarla que regalarla.

     Otras veces algún chiquillo o alguna madre enferma se atrevieron a llamar a nuestra puerta en busca de ayuda, quizá no económica ni material, sólo bastarían algunas frases de aliento para fortalecer el espíritu de quien pasa por momentos de sufrimiento, pero ni nuestras palabras podemos compartir.

     Veamos pues, de cuántas maneras Dios toca a nuestra puerta, aceptemos su presencia y entablemos un diálogo con Él. Es muy gratificante escucharlo y atenderlo, se vive más tranquilo y más feliz, más en paz con uno mismo y con la incomparable alegría de aceptar la presencia de Dios en cada una de las personas que llaman a nuestra puerta.

     Atenderlos es abrir la puerta a Dios y así tener vida en Él.